jueves, 21 de abril de 2011

¿No van a querer refresco?

 Siendo aproximadamente las 6 de la tarde caminábamos de prisa el Dr. Álvarez  y Yo, era una calle cercana al metro Balderas,  de pronto un puesto de tacos de “muerte súbita” se encontraba  frente a nosotros  -no supimos si era el hambre, la pobreza económica o las más de 30 horas de estar en el hospital sin tomar  un alimento decente-, nos quedamos viendo con una mirada de complicidad  y sin mediar palabra nos acercamos a preguntar el precio de los tacos. Con indiferencia el taquero nos contestó --- ¡de tripa,  suadero o longaniza la orden de 5 tacos es de a 5 pesos!
El Dr. Álvarez saco los pocos  pesos  (6) que traía en la bolsa del arrugado y sucio pantalón blanco que 30 horas antes portara con orgullo y soberbia en el paso de  visita y que a pesar de ser  RII ponía a temblar con sus acertados comentarios y brillantes opiniones, a los RIII y uno que otro Médico de Base.
Juntamos diez pesos ( los 6 del Dr. Álvarez y  los 4 pesos que me quedaban después de una larga guardia iniciada un día antes, a las 8 de la mañana).
Le pedimos dos órdenes al Taquero, quien con desgano nos sirvió los apetitosos tacos acompañados de la exigente pregunta ¿No van a querer refresco? - presurosos le respondimos que no, por lo que con  una mirada de desprecio nos barrio de arriba hacia abajo.
En ese momento pasaron rápidamente por mi mente  todos los esfuerzos, miedos, el cansancio y todos los pacientes a quienes atendí durante la guardia que terminó una hora antes; inevitablemente pensé en lo injusta que era la profesión del Médico, y aunque no lo comentamos estoy seguro de que la misma reflexión paso por la mente del Dr. Álvarez.
Sin embargo y confirmando la hipótesis  hecha  por otro amigo -- “ a los Médicos nos diseñaron para aguantar” , nos dimos a la tarea de devorar los tacos.
Al terminar nuestra frugal comida, el Taquero nos abordo con otra nueva pregunta ¿les sirvo otra orden?—con timidez le respondimos que no. Para nuestra sorpresa y con voz melosa nos pregunto que si trabajábamos en la SSA, para lo que orgullosamente le respondimos afirmativamente y ahora era el Taquero que con voz suave nos pedía de favor  le ayudáramos con un vecino que criaba puercos a un lado de su casa con todos los inconvenientes del caso.
Sin pensarlo dos veces y conscientes de que en nada le podríamos ayudar, el Dr. Álvarez y Yo fingimos un aparente interes en ayudarlo, pidiéndole sus datos y los del vecino. Como consecuencia el Taquero nos retribuyo la supuesta ayuda con otras dos órdenes de tacos.
Después de terminar con el obsequio del Taquero nos retiramos y en medio de risas hacíamos burla del oportunismo del Taquero e interiormente de la vida del Médico.   
     

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